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Día de lluvia en Nueva York

 
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Sinceramente, veo las películas de Woody como cuando como mi plato favorito. Da igual que el tomate no esté lo suficientemente maduro, o la mozzarella sea light y de marca blanca o las aceitunas sean con hueso. Da igual que eche más o menos albahaca. Sé que la capresse  siempre es muy buena opción para comer. Y a Allen lo veo igual. Sin criterio y dejándome llevar por lo que me quiere decir. Como me dijeron ayer, soy fiel a mis filias y mis fobias. A veces demasiado y a veces sin razón. Estuve tiempo sin ver su cine. Y desde Midnight in Paris (2011) (algún día os hablaré de ella y de todas mis favoritas y de mis listas de visionado…..amo a Woody) y la anterior a la anterior, Si la cosa funciona (2009), ambas fui a sala a verlas,  tenía en la columna de ver seis películas suyas, que me vi en un par de días. No os recomiendo que hagáis eso. No. No. Decididamente no. Wonder Whell tampoco me acerqué a las butacas a verla. Sin embargo, Día de lluvia en Nueva York estaba decidida a verla en la fiesta del cine, pero quien usó para embelesar a su niña con la película que yo le recomendé para que comprendiera que dos personas tan distintas como nosotros podíamos ser un buen equipo y resulta que cuando se ve su primera película de Woddy Allen la mancilla y no comprende el alcance de la historia y se queda en lo que ve porque es lo que vive, me rompe. Me rompe a mí y me rompe a Woddy Allen. Siento en el alma meter estas historietas pero son necesarias para comprender y comprenderme un poquito. Para poder llegar a saber el alcance de la película en mi. Porque no voy a permitir que nada ni nadie me rompa. Ni me quite mis vicios. Ni mis filias. Porque aunque sé que necesito tiempo y no porque todo lo cure sino porque acepto en mi vida el fracaso y asumo que debo seguir, porque al final quiero seguir. Y en cuatro meses, que es lo que ha tardado en salir en soporte físico, parece que me he podido coser las heridas cinéfilas, que nada ni nadie ni nunca ni con ninguna excusa me las van a extirpar. Porque tengo muchas cicatrices. Unas sanadas. Unas sangrantes. Pero el cine, igual que la filosofía, es parte de mí. Son lo que me conforman. En las películas, en los textos, en los cuadros, en la música,  en todo aquello que me asalta por la calle y en mi vida cotidiana, me encuentro. Suena de fondo Me vas a ver de Beret, o ahora Vuelve. Tal cual. Con Woddy Allen me pasa igual. Soy Jasmine o Adriana o Anna. O Barcelona o Cassandra o Nueva York. Ese puente de Queensboro, cuánta melancolía, cuánto qué pensar. Normalmente suelo ser el propio Allen en su quizá tercera etapa. En la primera no. En la primera me rio y me quedo perpleja. En la segunda, esa etapa madura de diálogos, de bares, de luces amarillas, de introspección, ahí soy espectadora y estoy expectante. Cuando marchó a Londres fue cuando quizá salí de él mismo y me convertí en sus protagonistas. Y viajamos por Barcelona y por París y por Roma….ciudades que son parte de mí aunque alguna ni he pisado. Para volver a Nueva York. Porque siempre será Nueva York. Porque uno no puede escapar de quien lo cría. Día de lluvia en Nueva York es tal cual, un día de lluvia en Nueva York. Esta vez los protagonistas son una joven pareja de amor incipiente. Lo correcto. Lo que se debe hacer. Una chica rubia, rubísima, de familia bien, que aprueba tu madre sin conocerla. Tú no sabes qué quieres, no tienes plan. Sabes lo que NO quieres. Vamos a Nueva York, la ciudad natal de él, porque ella tiene una gran oportunidad, entrevistar a un director de cine. Lo planeas todo, paseo en calesa, restaurante emblemático. Solo va a estar una hora. Pero todo se le complica a la chicaguaperrimarubisimaymonisima prohibida para todos, llena de una inocencia excitante. Esa inocencia que realmente parece que no es inocencia pero que realmente sí que lo es porque la pobre mía no se entera ni de donde lleva la libreta. Tres hombres y los tres se enamoran de ella nada más verla. Pero si os soy sincera, ella no me importa lo más minino. Es una historia colateral que ocupa demasiado tiempo en el metraje, para mi gusto. Roza la sobreactuación pero está muy equilibrada. Como si Allen le dijera desde el set que bajara la intensidad cuando se está pasando de revoluciones. No molesta. Hace gracia y dan unas ganitas de abrazarla y acunarla que no os cuento. Pero no me interesa. Me interesa él. Solo él. Su interior. Lo que piensa y cómo lo piensa. Lo que es. Y cómo lo es. Toca el piano, leído instruido, porque su madre le ha obligado, amante de las pelis antiguas, y de las buenas conversaciones. Encuentros fortuitos por su ciudad hacen que acabe en el THE MET, tocando el piano en un apartamento de esos lujosos, hablando con una hermana de una novia que tuvo. Chica morena, introvertida, a la que los finales felices en las películas no le estafan en absoluto. Porque ella, pasara lo que pasara estaría a las seis en el reloj. Se besarían y acabaría la película y sería genial. Te lo compro Shannon. La vida está llena de historias tristes con fracasos constantes, parejas que te dicen que te quieren pero que no pueden tenerte. Personas que te hacen creer que eres el amor de su vida pero al final acaban con la rubia. Por una vez, que acaben con la morena, que tampoco pasa nada por soñar con un final feliz. Aunque solo sean eso. Sueños. Dejadme soñar al menos en cine. 

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