Dos meses. Dos meses sin poder ir al templo de ninguna forma. Cuando hablaban de reabrir los centros comerciales, el mío, mi cine, decidió permanecer una semana más cerrado. Para poder garantizar una cartelera decente. Se estrena Raya, el último dragón. Y es sabida mi afición por los dragones. Soy Targarian. Sí. El rey loco y demás. Tal cual. Pero empiezo a leer noticias sobre boicotear el boicot de la boicoteadora Disney, la fábrica de sueños, el lugar más mentiroso y real a la vez del planeta. Quienes convierten las cosas malas en buenas. Quienes siempre nos verán con cara de dólar (o euro) y no nos regalarán ni una vuelta en su nuevo tren de la bruja. Los retrató perfecto mi querido Tim Burton en Dumbo . Una colleja en toda regla. Hizo un “berlanga” con la factoría ( Nota: Hacer un Berlanga: Chotear a la censura sin pudor. Véase El Verdugo ). Disney nos engaña. Nos vende humo. Nos hace pensar que podremos tener lo que no podemos tener. El gran sueño americano. Y luego llega,
Estamos viviendo tiempos convulsos, raros, anómalos, difíciles y duros, tiempos en los que todo cambia, todo es diferente y los cines están cerrados en casi su totalidad. Hay pequeños bastiones que resisten y que resistirán hasta sus últimos estertores. Se hacen urgentes inyecciones de dinero y reestrenos en cine. Sin miedo. Hace falta devolver a La Reina a su lugar. Se ha puesto como ejemplo del buen hacer a Santiago Segura con su segunda parte de padre. Porque apostó por los cines, porque apostó por estrenar en sala. Porque amenazó a los distribuidores y gerentes de las salas (dato no confirmado). Claro que era el principio de la desescalada y no la cuarta ola (cada vez que hablo de olas canto a lo Jurado). Se criticó a Fesser por sacar su cinta directamente en Prime, cuando nadie dice que en cuanto pueda el buen hombre la llevará a salas (tiene previsto su estreno para la primavera del 21). Historias lamentables; Javier Fesser Supongo que agobiado por las candidaturas no le quedó